Lunna llegaba como cada noche a su apartamento de alquiler, cansada de tanto estudiar. Sólo hacía que pensar en créditos, becas, notas, apuntes, solicitudes, facturas, trabajos, madrugones, estudios… Hasta que llegaba a su casa, donde una vez acomodada y lejos de sus libros, se sumergía en un chat, para hablar con Domen.
Apenas hacía dos semanas que había aparecido en su vida, y significaba para ella más que cualquier otro acontecimiento. Era como un diario que le contestaba siempre con buenas palabras. Domen era un chico español que como ella, estudiaba, únicamente mantenía la diferencia nacional ya que residía en UK.
Él era un compañero que vivía dentro de su portátil, esperándola, el único que le dedicaba una especial atención aparte de su gato Munuk, muy pardo y muy amarillo.
Su día a día estaba lleno de una sensación horrible. Todo giraba alrededor de una pérdida de tiempo. Lunna pensaba en cómo estaba gastando su vida, si era bueno prestar tanta dedicación a la docencia y por qué no tenía un novio ya.
Los fines de semana se los pasaba si no en su casa, con alguna de sus amigas de serie B, yendo de caza por las discotecas.
Ese viernes, un viernes de octubre tan simple como todos, se conectó.
Allí estaba Domen:
D: Buenas noches mi Luna.
L: Hola Domen…
D: ¿Cómo anda mi universitaria?
L: He… Cansada, ya sabes. Con una taza de melancolía en la mano.
D: Cuanto lamento no estar contigo una vez más.
L: Estás más que nadie, lo sabes.
D: No más que ese mini tigre.
L: Ya te gustaría estar en su lugar…
D: Como lo sabes de bien Lunna.
L: ¿Qué hiciste hoy, Domen?
D: Esperarte.
L: Oh, vamos… Necesito un poco de conversación.
D: Luna, es cierto. Últimamente nada tiene sentido fuera de aquí. La semana anterior sólo quería llegar a casa y leer tu escepticismo, y esta aún ha sido peor. Eres como una congestión de primavera: No dejas que mi vida fluya, la obstruyes con tu encanto. Necesitaba releer tus conversaciones… Espero que no pienses que soy nada raro.
L: Yo debería ser la rara, siendo una enfermedad que selecciona sus víctimas.
D: Esto está siendo insoportable.
L: ¿Qué quieres decir? ¿Que deberíamos dejar de contactar?
D: Que deberíamos vernos.
Lunna se sintió la más feliz del universo. No pudo evitar levantarse de la silla y pegar una vuelta por su piso de parqué, correteando para volver a ver si lo que le había dicho Domen era cierto. Parecía una niña pequeña, pero era lo único que le recordaba ser feliz realmente.
D: ¿Estas ahí Lunna mía?
L: Sí, sí… Sólo que no me esperaba esto. Aunque lo deseaba más que nada.
El resto de la noche, hasta bien entrada, estuvieron hablando de posibles fechas, lugares, qué podrían hacer, etc.
Tenía que ser todo perfecto.
Él vendría a verla en navidad, tres días. Dormiría en el sofá, ya que Domen insistió en ello.
Ambos estaban emocionados, vivían sus días preparando todo tipo de acontecimientos, contando los días, compartiendo la ansiedad de la cuenta atrás. ¿Cómo podían tenerse tanta efusividad?
- 1 de Diciembre –
Sólo quedan 24 días para que llegue Domen. No tengo ni idea de cómo será en realidad, respecto a sus fotografías. Dicen que siempre cambia un poco. No sé… Me preocupa lo que pueda pensar de mí, cómo va a salir todo, si se retrasará, si realmente no aparecerá, si podría ser un asesino en serie con delirios, o el príncipe azul que iba a raptarme…
- 1 de Diciembre –
Domen por su parte necesitaba algo verdaderamente especial para impresionarla. No era mucha cosa, simplemente era normal desde su punto de vista, y quería que ella le recordara para siempre pues no sabía cuando volverían a verse.
La semana había pasado muy rápida, ya solo quedaban dos escasas semanas para el viernes 25, “todo va a salir bien” quería convencerse Lunna.
Todo el camino de vuelta a casa lo pasó pensando en qué ropa escoger para esos tres días.
Necesitaría un vestido, ropa elegante, un pijama nuevo quizá…
Esa tarde fue de compras, se le antojó verse bonita, para ella y para Domen.
Compró cuatro conjuntos, en especial uno le había robado el juicio, puesto que era precioso. Quizá demasiado elegante para ella, pero no para él, así que en un auge de ilusión incontrolable lo compró.
De camino, por el centro comercial pasó por una lencería.
Se le cayeron todas las bolsas al suelo con un solo pensamiento. No se le había ocurrido pensar en qué podría pasar, después de todo, eran dos personas con instinto que se deseaban, no tenía porqué haber ningún problema. El caso es que ¿Por qué no habían hablado del tema? Pensó en algún tipo de problema para él que le impidiese… Bueno, hoy se lo comentaría si se diese la ocasión, se dijo a si misma. Todavía tendría dos semanas para comprarlo si lo creyese oportuno.
Al llegar a casa y conectarse, ella con unos pequeños tics de ansiedad, hizo un camino con sus compras, su abrigo, sus zapatos y bolso hacia el ordenador, dejándolo todo por el suelo.
Se tranquilizó al conectarse y no pasando ni tres segundos Domen estaba ahí para ella, completamente:
D: ¿Te gustan las sorpresas?
L: Por lo general suelen ser malas sorpresas, así que no.
D: Vaya. Yo creo que podría cambiar eso.
L: Si estas hablando de regalarme algo, olvídalo. No deberías gastar en alguien que vive en tu ordenador.
D: Yo lo considero, una inversión para quien considero a la vez, mi enfermedad y mi fármaco, siempre de primavera.
L: Pero es otoño. Así que nada de inversiones.
D: Eres más adorable que cualquier sobrina malcriada, ¿Lo sabías?
L: Por supuesto, ¿Te apetece repasar el plan de nuevo?
D: ¿Cómo no?: Llegaré después comer, iremos a tu casa a descansar; saldremos a cenar, un poco de fiesta; y un pleno descanso.
L: Al día siguiente iremos a la albufera, donde podremos ir en barca, comer en picnic, pasear en bici y disfrutar un poco del campo.
D: El buen tiempo te pondrá de buen humor.
L: Tu me pones de buen humor.
D: Después cenaremos en tu casa y dejaremos que el tiempo se nos coma.
Era el momento, sus dedos no correspondían con su cerebro, y su corazón latía más de lo debido, pero era el momento perfecto.
L:¿ Has pensado que podría pasar luego?
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